Intriga, erotismo y refinamiento son los ingredientes que Nani Serrano retoma de pinturas singulares del pasado para cocinar después su propio guiso. Con actitudes lúdicas introduce nuevas claves interpretativas tomámdose licencias conceptuales y plásticas que en lugar de buscar respuestas intensifican el misterio. Así, en esta relectura de la tabla de Fontainebleau, la duquesa de Villars toma el pezón izquierdo (en el original el derecho) de su hermana Gabrielle d’Estrées, y ésta sostiene una bolita de algodón en lugar de la sortija que en el original parecía hacer referencia a la boda inminente de Gabrielle con Enrique IV. Todo elemento narrativo (cortinajes, costurera, referencias de aposento real...) desaparece y sin embargo se mantiene la ríqueza hermenéutica y la carga alegórica del gesto, de las figuras y del algodón que puede aludir a ajuar pero también al aseo y a la fertilidad. El desdoblamiento de la hermana en una tercera figura expectante y el desvío a siniestra del gesto lleva implícito un enigmático juego de espejos. El trazo estilizado se combina con un exquisito despliegue de matices terrosos y dorados; las superficies satinadas se contraponen a la textura mullida del vellón.

Anna Adell

Nani Serrano desposee a la Bethsabé representada por Jan Massys del contexto literario con el que este pintor flamenco sintetizaba el relato bíblico en una escena visual. Serrano soslaya ese peso narrativo ( el mensajero del rey invitando a Bethsabé a los aposentos de David), y la suple por una carga alegórica que no está presente en las versiones pictóricas anteriores de este tema centrado en amores ilícitos. Así, los simbolos alientan lecturas alternativas: una calavera pende en el collar de perlas ( presagiando la muerte de su marido de la que será cómplice, al tiempo que alude a un "memento mori", a la fugacidad de la belleza); una libélula remite al tránsito estacional ( insecto que en las culturas antiguas se imbuye de augurios); un manzano alinea a bethsabé junto a las mujeres incitadoras de pecado en los textos bíblicos. Serrano se toma otras licencias significativas, como el tocado y, sobre todo, la expresión de la joven. Su mirada es más inteligente que en la del cuadro de Massys y rehuye en cierto modo el aspecto de victima resignada que le confirío también Rembrandt. Nani se desmarca de la tradición falocéntrica de este relato, y lo hace con la destreza técnica que le es propia: la piel aterciopelada, el juego exquisito de veladuras de la gasa, las trenzas doradas, el bruñido de perlas... y la captación psicológica de esta encrucijada de sentimientos.

Anna Adell

Nani prosigue con su personal investigación plástica sobre la historia de la seducción, leyendo entre líneas los derroteros de la belleza en el arte, introduciendo lecturas subliminales en sus versiones al aerógrafo de antiguas obras maestras. En esta ocasión, serrano recupera el Bacco de Caravaggio subrayando su androginia. Apreciamos en el pecho turgente similitudes con representaciones femeninas de la pintura flamenca de Renacimiento tempramo. Los labios carnosos y las cejas aparecen más perfilados, y los pómulos salientes estilizan el óvalo facial. Bacco es prácticamente una mujer, que nos acerca el cáliz de cristal sosteniéndolo con sus finos dedos de uñas lacadas. Serrano nos invita a leer esa ambigüedad sexual desde un prisma contemporáneo, sugiriendo vías de relajación de las categorías que definen los géneros. Para la embriaguez espiritual, la concuspincencia, la ilusión y el sueño no existen fronteras. Aboga por la belleza de lo híbrido. En sus lienzos de la serie "Aerógrafo para otro siglo", Serrano feminiza la mirada sobre la historia de la seducción tal como nos fue transmitida por los grandes pintores del Gótico, el Renacimiento y el Barroco.

Anna Adell